Al-Andalus. Etapas de la presencia musulmana es la Península Ibérica

La presencia musulmana en la Península Ibérica se desarrolló en las siguientes etapas de gobierno:

1) Califato Omeya. Emirato dependiente (711 – 755)
2) Califato Abbasí. Emirato independiente (755 – 912). Abderramán I (crisis del siglo X)
3) Califato de Córdoba (912 – 1031)
4) Reinos Taifas (1031 – 1100)
5) Invasiones norteafricanas: Imperio almorávide (1100 – 1172). Imperio almohade (1172 – 1212)
6) Emirato nazarí de Granada (1232 – 1492)

1) Emirato dependiente (711 – 755)
Una vez conquistada la península, ésta se convirtió en un emirato; es decir, una provincia dependiente del Imperio Árabe con capital en Damasco. El territorio estaba gobernado por el “emir” (rey) de la familia Omeya.
Sin embargo, en el 750 hay un cambio dinástico en el Imperio o Califato árabe y los Omeyas son sustituidos por los Abasíes. Cambio que afecta a la península pues está seguirá siendo gobernada por un Omeya que se independiza del poder central.
Los invasores se diferenciaban en dos estamentos: las clases dirigentes, formadas por nobles árabes y sirios principalmente; el ejército y las clases bajas que eran bereberes norteafricanos. Los primeros se establecieron en las ciudades, a las que dieron un fuerte impulso, y se quedaron con las mejores tierras productivas. Los bereberes, por su parte, ocuparon el campo, el que les dejaron que no era precisamente el mejor. La situación, como cabía esperar, provocó fuertes enfrentamientos entre estas etnias. Las luchas eran constantes y el poder fue muy inestable.

2) Al-Andalus,  emirato independiente Omeya (755 – 912). Abderramán I (crisis del siglo X)
Como decíamos en el punto anterior, en el año 750, la familia Omeya, la dominante en el mundo árabe de la época, fue asesinada en Damasco. Se produjo un cambio de dinastía y los nuevos califas abasíes trasladaron la capital a Bagdad. Sin embargo, Abderramán, único príncipe superviviente de los omeyas, consiguió llegar a la Península Ibérica en el 756. Abderramán consiguió el poder, se proclamó emir y reorganizó Al-Andalus como emirato independiente del nuevo califa de Bagdad.
Acabó con las luchas por el poder, también aumentó las rentas del estado, creó un ejército fuerte (50.000 mercenarios que le garantizaban el gobierno) y una administración centralizada en Córdoba.
Con su muerte, el emirato cordobés continuó teniendo serios problemas de estabilidad política interna, derivados de la diversidad étnica y religiosa de su población.

3) Califato de Córdoba (912 – 1031)
El califato fue la etapa más brillante de la dominación musulmana. En el año 912, el nuevo emir Abderramán III acabó con las luchas internas y dirigió expediciones victoriosas contra los reinos cristianos del norte. Organizó el estado con una fuerte centralización y dio nuevos impulsos a la economía y a la cultura. En el 929 completa su obra al autoproclamarse Califa o Jefe de los Creyentes (unificaba el poder político y religioso; en el mundo cristiano sería como un emperador y Papa juntos). Con ello rompió la última relación que unía Al-Andalus con Bagdad. Durante el resto del siglo X, Al-Andalus se convirtió en un poderoso estado que controló el Mediterráneo occidental, el norte de África y dominó y cobró tributos (impuestos) a los pequeños reinos cristianos del norte.

Eso sí, este poder se realizó gracias a una durísima política dictatorial por parte del Califa: La sociedad de Al- Ándalus era compleja – árabes, musulmanes no árabes, judíos, cristianos y conversos- y siempre enfrentada por motivos religiosos y políticos. Incluso la propia sociedad musulmana se enfrentaba entre sí. Abderramán logró la unidad por medio de una política de terror y fuerza.

El esplendor del Califato llegó hasta el último gran jefe militar, Almanzor (1002), visir del califa Hixam II, que acumuló todo el poder político en sus manos (el califa sólo figuraba, quién mandaba era Almanzor). Dirigió numerosas expediciones militares, llamadas aceifas, contra los impotentes reinos cristianos del norte. Después de él comenzó la crisis política del reino. Dejó al estado arruinado por su política guerrera y el aumento de los gastos para pagar al ejército (seguía siendo un ejército de mercenarios), la presión fiscal, los disturbios sociales y la indisciplina del ejército ocasionaron el fin del califato en apenas treinta años. Los enfrentamientos en la corte cordobesa fueron aprovechados por los nobles musulmanes de las provincias para convertirlas en reinos independientes, en pequeños reinos: los llamados reinos de taifas (1031).
Durante el Califato, Córdoba era la capital más importante de Europa. Centro de cultura, militar, artístico y económico, tenía más de 200.000 habitantes (eso sí la mayoría esclavos), cuando por ejemplo en la época París no pasaba de los 40.000.

Las aceifas
Eran campañas militares de saqueo contra los reinos cristianos del norte que se realizaron con más fuerza durante el califato. En principio el objetivo de estas acciones era obtener ingresos para mantener al ejército y desmoralizar al enemigo cristiano del norte para frenar su avance hacia el sur. Sin embargo, lo que consiguieron con esta política fue arruinar al estado, pues eran mayores los gastos militares que el botín obtenido. Almanzor organizó más de 50 aceifas, todas exitosas, pero las zonas asaltadas estaban en la frontera, eran pobres y causaron más gastos que beneficios económicos. A parte queda el daño material y humano: el trauma que las aceifas causaron en la población cristiana fue enorme. Cuando Almanzor murió, los cristianos lo celebraron como un regalo de Dios.

4) Los reinos de Taifas (1031-1086)
El poder central del califato se dividió en muchos reinos pequeños o taifas (que significa facción). Los más importantes fueron los reinos de Toledo, Badajoz, Zaragoza, Sevilla, Valencia y Granada.
Las taifas se formaron a partir de los distintos grupos étnicos que componían la sociedad musulmana. Hubo taifas de origen árabe (la mayoría) como en Sevilla o Zaragoza. Taifas constituidas por bereberes como la de Badajoz, e, incluso, de origen eslavo como en Baleares y Denia.
Pero la falta de unión entre ellas (también luchaban entre sí) y la debilidad militar de los nuevos reinos fue aprovechada por los reinos cristianos para dominarlos y, en ocasiones, obligarles a pagar tributos (impuestos que se llamaban parias). Por tanto, se había invertido la situación de dominio.

5) Los almorávides y los almohades (1086-1224)
Sin embargo, pronto los reinos cristianos no se contentaban solo con cobrar impuestos a los reinos de taifas sino que siguieron avanzando hacia el sur. Ocuparon Toledo en 1085, y, consciente del peligro de ser invadido, el rey musulmán de Sevilla pidió auxilio a un pueblo bereber de Marruecos, fanático y guerrero: los almorávides. En efecto, los almorávides detuvieron el avance cristiano y unificaron Al-Andalus bajo su dominio de extremismo islámico. Integraron la península como una provincia de Marruecos. Pero la cohesión política duró poco, pronto reaparecen los reinos de taifas, con los mismos problemas que los anteriores.
Más tarde, los almohades, otro pueblo musulmán de extremismo islámico, sustituyen a sus enemigos, los almorávides, en el Norte de África. En el 1146, los almohades invaden la península y reconstruyen la unidad de Al-Andalus, dependiente de Marruecos, en 1170. También los almohades detuvieron la expansión de los reinos cristianos e incluso lograron una importante victoria frente al rey de Castilla (1195).

La reacción cristiana fue la de organizar una gran cruzada para reconquistar definitivamente los territorios del sur peninsular. Los reinos cristianos de Castilla, Navarra, Aragón, junto con mercenarios europeos unieron sus fuerzas y consiguieron vencer al ejército almohade en la famosa batalla de las Navas de Tolosa (1212), en la actual provincia de Ciudad Real. Esta victoria iba a significar el avance definitivo de los reinos cristianos hacia el sur de manera que hacia 1250 sólo el reino de Granada quedaba en poder de los musulmanes.

6) El reino nazarí de Granada (1224-1492)
Las conquistas de Castilla y Aragón redujeron la España musulmana al reino de Granada. La dinastía nazarí de Granada mantuvo todavía dos siglos y medio la existencia del reino, con una gran importancia económica y cultural. El reino de Granada pudo mantenerse durante tanto tiempo porque pagaba importantes impuestos al reino de Castilla del que era vasallo.
Finalmente, en 1492, los Reyes Católicos conquistaron Granada y pusieron fin a la España musulmana.

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